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Un viejo maestro médico decía que “todo análisis negativo es un análisis innecesario”. Lo que llevó al maestro a esta conclusión fue su pasión por la clínica. Según él, un ácido úrico dentro del rango previsto, una radiografía de tórax normal o un electrocardiograma sin particularidades, podrían haberse evitado con un buen examen clínico.
Lo cierto es que, hoy en día, es casi imposible lograr un diagnóstico certero sin los estudios complementarios. Más aún —o menos, en todo caso— si tenemos en cuenta los avances en tecnología médica que han hecho que los resultados alcancen un nivel de precisión inédito hasta ahora. Pero claro, a la tecnología médica hay que sumarle el operador, es decir: al ser humano, al técnico, al médico, al radiólogo. Y aquí es donde tenemos que hablar de interpretaciones o de opiniones y es donde, según quien lo diga, el sistema médico-paciente-institución se ve comprometido, ya sea de manera favorable o desfavorable.
Veamos de qué estamos hablando.
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Un estudio publicado en junio de este año en el JACR sobre pacientes con diagnóstico de cáncer de mama reveló que la segunda opinión discrepó de la interpretación original para el 47% de las lesiones, evitó el 25% de las biopsias recomendadas originalmente y detectó cáncer en el 29% de las biopsias adicionales recomendadas. Esta segunda opinión fue deliberadamente buscada por las pacientes y referidas a especialistas en mama.
Por su parte, otro estudio más reciente, basado en el meta-análisis de las bases de datos de EMBASE y PubMed, arrojó que la discrepancia entre la primera y la segunda interpretación, alcanzaba el 32,2%.
Un tercer trabajo, aparecido en mayo de este año, basado en el estudio de pacientes de Medicare, sacó como conclusión que hay un aumento marcado de un 20% año a año de los pedidos de segundas opiniones si se analiza el periodo de tiempo de 2003 a 2016.
Todos estos estudios reconocen que, en la mayor parte de los casos, se afinó el diagnóstico, lo que permitió un mejor control del paciente y su enfermedad. En este último trabajo que citamos, además, se incorporó el concepto de facturación de las segundas opiniones, en el que notablemente “el crecimiento relativo en los servicios de interpretación secundaria facturados superó al de las interpretaciones primarias”.
Ya en 2012 se había llevado a cabo una investigación en un hospital español donde se analizaba el impacto costo-beneficio de "las radiografías innecesarias". Se definía como tal, a todas aquellas cuyo resultado (positivo o negativo) no contribuyese a modificar la conducta diagnóstico-terapéutica del médico o a confirmar el diagnóstico.
Precisamente, este es uno de los puntos de controversia, especialmente entre los financiadores, ya que una “segunda opinión innecesaria” es un costo adicional redundante. El estudio español agregaba, además, el hecho de que una radiografía innecesaria era una exposición ionizante superflua que, con el tiempo, podía perjudicar al paciente.
Hay un párrafo que me voy a permitir reproducir de este último estudio mencionado, que me parece central en esta controversia:
“El cálculo del beneficio era, en apariencia, lo más sencillo ya que se tiende a considerar que el beneficio de realizar una radiografía innecesaria en términos económicos es nulo y en términos sanitarios es negativo para la salud del paciente, pero en la práctica habitual de atención primaria y urgencias interfieren otros muchos factores además del puramente científico que son discutibles y hacen que pueda ser lógico y coste-efectivo solicitar una radiografía innecesaria. […]. El motivo por el que se solicitan no es sólo el desconocimiento del médico; influyen otros factores como la medicina defensiva, presión social o el efecto placebo de la realización de la radiografía. Está aceptado entre la población actual que para una atención adecuada y completa es necesario la realización de técnicas de imagen, luego en situaciones específicas y con determinados pacientes, la realización de radiografías innecesarias también puede ser coste-efectiva, al evitar segundas consultas en pacientes no satisfechos con la atención recibida”
Podríamos resumir algunas conclusiones de esta manera:
Si casi la mitad de las segundas opiniones producen cambios en el diagnóstico y tratamiento, la posibilidad de intercambiar información a distancia sin tener que volver a usar materiales y sin perjudicar al paciente, convierten a la teleradiología en un método preferente. La condición es que quien ofrezca la segunda opinión sea un especialista o, mejor, sub-especialista.
La información digitalizada y telecomunicada es, por definición, mucho menos costosa que la información en soportes físicos distribuibles. Así mismo, a menos que la consulta se haga en línea y en tiempo real, el médico consultor puede disponer de tiempos alternativos que no le generen obstáculos a su atención cotidiana y en consecuencia ser más productivo. Teniendo en cuenta que la inmediatez es un requisito preponderante en diagnóstico por imágenes, una posibilidad más flexible de administración del tiempo para los especialistas es crucial.
Entonces, considerando todas las investigaciones mencionadas anteriormente, es probable que gran cantidad de directores de clínica o de centros de diagnóstico estén preocupados por encontrar una manera sustentable de costear las segundas consultas.
Según nuestra experiencia, la teleradiología es un servicio que efectivamente las posibilita de forma rápida y a bajo costo.
¿El beneficio para el paciente? Se le ofrece conocimiento especializado adicional sin la necesidad de repetir procedimientos en otros centros médicos.
Si la teleradiología le parece una opción de servicio para su centro, le recomendamos conocer cuáles son las buenas prácticas para adoptarla.